¿Cuál es el condicionamiento clásico en psicología?

¿Qué es el condicionamiento operante o instrumental?

Vivimos en un mundo acelerado, esclavo de las prisas y la velocidad; un mundo que nos contagia una sensación de estrés y desasosiego. Este ritmo frenético junto a la colección de tareas y obligaciones no exige enfocar nuestra atención hacia el exterior para evitar que se nos escape algo, pero a su vez nos aleja de nosotros.

Es casi imposible reservar unos instantes para mirarnos por dentro, para volcar los ojos hacia el interior y preguntarnos cómo estamos. De hecho, para algunas personas esta posibilidad ni quiera existe porque nunca se la han planteado y mucho menos han llegado a experimentarla.

Ahora bien, ¿es realmente posible? ¿podemos aprender a conectar con nosotros? La respuesta es sí. La introspección puede ayudarnos.

     

   “Quien mira hacia fuera, sueña; quien mira hacia dentro, despierta”

                                                                                             -Carl Gustav Jung-

 

El lenguaje de la introspección

El término de introspección ha sido objeto de múltiples interrogantes y controversias en los campos de la filosofía y la psicología. Ya en la Grecia Clásica, Platón se preguntaba: “¿Por qué no con calma y paciencia revisar nuestros pensamientos, y examinar a fondo y ver lo que estos aspectos en nosotros realmente son?”, siendo comparada la introspección en ocasiones con la percepción y la memoria. Pero, ¿qué significa realmente este término?

La palabra introspección proviene del latín introspicere y significa ‘inspeccionar por dentro’. Según Rosenthal, se trata del proceso a través del cual adquirimos un tipo de conciencia focalizada o atenta sobre nuestros procesos y contenidos mentales, que difiere de la conciencia casual, fugaz y difusa que se tiene diariamente sobre ellos.

Así, la introspección es un proceso mental por el que la persona mira hacia su interior y es capaz de analizar sus propias experiencias, es decir, realiza una auto observación sobre sus procesos de conciencia (objetos privados, hechos mentales o cosas fenoménicas), con lo cual, puede conocerse en mayor medida.

La introspección sería la capacidad reflexiva que posee la mente para referirse o hacerse consciente de sus propios estados.

Características de la introspección

Este método tiene la peculiar característica de ser subjetivo, ya que es el propio individuo el que se observa a sí mismo, desde su criterio y por ende, desde la construcción de su realidad. Por lo tanto, sería realmente imposible en este contexto acercarnos a la objetividad, tratándose de un tema que tiene que ver con el sí mismo. También posee cierto rasgo de desdoblamiento, ya que nos tomamos a nosotros mismos como sujetos de análisis, además del papel del observador o investigador.

El proceso de introspección es complejo y requiere de entrenamiento si se quieren obtener buenos resultados, además de tener una buena actitud de aceptación y sinceridad, y no dejarse llevar por la telaraña del autoengaño.

Como curiosidad mencionar que se trata del primer método empleado por la psicología cuando se separó de la filosofía para convertirse en ciencia en el siglo XIX. Aunque con el paso del tiempo fue perdiendo importancia hasta resurgir con la psicología cognitiva.

Cómo practicar la introspección

La práctica de la introspección comienza por el acto de prestarse atención, de escucharse. Ante cualquier situación que se nos presente o donde nos encontremos inmersos, en lugar de precipitarnos, sería recomendable que nos detuviéramos un momento y examináramos nuestro interior.

Observando y conectando con lo que sentimos comenzaremos a verificar nuestra estado interno. De esta forma, podremos llevar la atención a la situación de una forma más adecuada que si nos dejáramos llevar por el impulso inicial.

Este complejo proceso nos conduce a la reflexión profunda sobre lo que somos, sentimos y aprendemos, además de ofrecernos la posibilidad de avanzar en nuestro desarrollo espiritual. La introspección nos ayudará a discernir qué es lo bueno para nosotros, proporcionándonos herramientas para transformar las situaciones a las que nos enfrentemos e ir avanzando en nuestro camino.

Cada día es muy importante detenerse en el camino, parar física y mentalmente, para conectar con nosotros. Da igual dónde nos encontremos o qué estemos haciendo, lo importante es dirigir la atención hacia nosotros, hacia nuestro ser y nuestra esencia para conectar con el silencio y comenzar a escucharnos. Así, nos convertiremos en observadores desapegados de las situaciones externas.

La introspección tiene por lo tanto aspectos positivos y negativos, sirviendo como medio para perfeccionarse y progresar en la vida. Es un método útil para acercarnos a nuestra realidad anímica que proporciona la base hacia la estabilidad personal, la exploración más profunda de nuestro ser y la posibilidad de realizar cambios.

La introspección no sólo nos ayuda a conocernos mejor, sino a respetarnos, amarnos y aceptarnos tal como somos. Así lo expresa Eckhart Tolle “Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.”

Meditación Shamatha

Si queremos ir un poco más allá y realizar una práctica concreta de introspección, no hay nada mejor como la meditación. Hoy en día es muy conocido el mindfulness, sin embargo, lo que poca gente sabe es que se corresponde con una versión light de la meditación budista Samatha.

¿En qué consiste esta meditación?

Nos sentamos en el suelo con las piernas cruzadas (a ser posible la pierna derecha sobre la izquierda) o en una silla. Las manos sobre las rodillas. La espalda recta. El mentón ligeramente inclinado hacia abajo y la coronilla un poco levantada, como si un hilo invisible nos tirase hacia arriba. Cerramos los ojos y comenzamos a respirar profundo y lento.

En un primer momento relajamos el cuerpo. Pasados unos minutos centramos la atención en el abdomen. Dejamos que el cuerpo respire solo, sin forzarlo. A su ritmo. Unos cinco minutos después enfocamos la atención en la entrada y salida del aire por la nariz. Encontramos el punto en el que mejor sentimos la circulación del aire y contamos de 1 a 10 con cada ciclo de respiración (inhalación y exhalación). Para acabar realizamos tres respiraciones profundas.

Esta práctica descrita sería una versión inicial que cualquiera puede llevar a cabo. Es recomendable comenzar por unos 15 minutos. Si nos viene algún pensamiento a la cabeza lo observaremos pero no lo juzgaremos. No nos aferraremos a él. La meditación Shamatha puede tener muchas variaciones y ser mucho más profunda, pero para quien nunca lo haya practicado, este pequeño resumen puede serle de ayuda.

 

 

Fuente: Gema Sánchez Cuevas